LA VIEJITA DEL CANDIL

El pueblo de Xico, en Veracruz, se encuentra a unos 30 kms de la ciudad de Xalapa. Xico es un pueblo mágico por denominación y por antonomasia. Se encuentra en las faldas del Cofre de Perote y al estar rodeado de vegetación boscosa y ríos, representa un gran atractivo turístico para la zona centro del estado de Veracruz. Con cascadas enormes y ríos caudalosos, Xico es el lugar perfecto para todos aquellos que buscan un lugar para hacer fotografía, deportes extremos o simplemente pasar un fin de semana descansando. Eso fue lo que le pasó a Javier y a su grupo de compañeros.

En el año 2005 Javier Suarez estudiaba arquitectura en la Universidad Veracruzana, en Xalapa. Como la mayoría de los jóvenes de su edad (20 años en aquel momento) buscaba otras actividades para distraerse durante los fines de semana, en este caso, él eligió tomar un curso de fotografía. El curso tenía una duración 4 fines de semana, 3 fines de semana de forma teórica-practica en la ciudad de Xalapa y el último fin de semana incluía una práctica de campo en una Cabaña rodeada de bosque y un rio en Xico.

La mayoría de sus compañeros del Taller de fotografía eran mujeres, en total eran 6 mujeres y 4 hombres contando al maestro. El recuerda que de las 6 mujeres que estaban en el curso, 4 eran de otras ciudades y vivían en Xalapa por cuestiones de estudios, todos los demás eran de Xalapa o sus alrededores.

El último fin de semana de curso llegó y todos se quedaron de ver en la zona UV para de ahí salir en una camioneta hacia su destino. El maestro de Javier de nombre Felipe, había rentado una camioneta Van para todos. Ese día todos llegaron menos Yuli, una compañera que alegaba no poder ir ese fin de semana por cuestiones personales. Durante el trayecto, Felipe les comentaba que la cabaña en la que se iban a quedar era perfecta para practicar dos técnicas de fotografía que no les había enseñado, por las mañanas había mucha luz, el sol iluminaba todo el bosque, por las tardes las nubes ocultaban el sol y la densa neblina le daba al lugar un aspecto gris, frío, lúgubre; el ruido que venia del río le daba al lugar ese aspecto de tranquilidad que necesitan los fotógrafos para capturar la fotografía perfecta.

Llegaron al pueblo de Xico alrededor de las 10 de la mañana, después de pedir indicaciones de cómo llegar al lugar donde habían rentado la cabaña, se dirigieron a ella. Días antes, la lluvia habia sido basta, por lo cual el camino estaba en condiciones poco transitables para una camioneta tipo Van. El profesor y líder del grupo les dijo que estaban a menos de 2 km a pie del rancho donde se encuentra la cabaña, que era mejor dejar la camioneta guardada en el pueblo y caminar -la camioneta era rentada y si algo le pasaba los costos corrían por su cuenta-; así lo hicieron.

Llegaron sin inconvenientes al rancho y el encargado los llevo hacia la cabaña.

-Disculpe, no venían en camioneta? –pregunto el encargado del rancho a Felipe.

-Sí, pero el camino estaba horrible y la camioneta no iba a subir, la dejamos allá abajo en el pueblo y mejor caminamos.

-Bueno, solo les recomiendo entonces que no exageren en valentía, si alguien se llega a lastimar en alguna actividad, va a ser difícil bajar cargando a alguien hasta el pueblo.

La cabaña se encontraba dentro de una amplia propiedad que en sus mejores años fue una hacienda cafetalera, tenia una casa principal grande, con estilo novohispano y dos caballerizas, la propiedad era maplia, con areas verdes e incluso con areas diseñadas para practicar alguna actidividad al aire libre o extrema.

Esta cabaña se encontraba alejada de la casa principal por unos 500 metros, está en lo alto de una colina rodeada de árboles, con un mirador de madera en la segunda planta que da una vista inmejorable de la naturaleza, a 200 metros hacia abajo escondido entre los arboles corría un río muy limpio, el agua era muy fría -puesto que el mismo bajaba directamente del  volcán Cofre de Perote-, tenía espacio para crear una fogata y senderos para adentrarse en el bosque con indicaciones para regresar al rancho.

Después de acomodarse todos, el maestro les dio algunos consejos básicos sobre cómo definir los parámetros de su cámara, recomendaciones de cómo salir al campo etc. Después de eso salieron a tomar fotos en la práctica. Después de algunas horas de “clases”, el profesor les dio un tiempo libre, los dividió en dos grupos para que exploraran los alrededores y tomaran fotos, al final de ese día las fotos serían calificadas y criticadas de manera constructiva. Javier recuerda que el profesor tenía un intereses romántico en una alumna, por lo cual, en un grupo iban los tres hombres (Javier, Fer y Pochi) y dos mujeres (Odilia y Laura) y en el otro grupo iban tres mujeres (Mercedes, Gloria, Ximena) y un hombre (Felipe).

Mientras caminaban bosque adentro, Pochi no paraba de quejarse, pues tenía hambre y no habían llevado nada de comer. Eran ya las 2 de la tarde y el profesor les había dado dos horas para recorrer los alrededores, a las 4 de la tarde se tenían que encontrar en el rancho para comer y después analizar las fotografías de todos. Al menos ese era el plan.

Javier caminaba al frente de su grupo, solía salir con sus primos a explorar los lugares cerca de Xalapa y se sentía en confianza con la naturaleza, Fer y Pochi iban atrás platicando sobre todo menos sobre la fotografía y Odi y Laura se retrasaban tomando fotos de casi cualquier cosa. Habían caminado alrededor de una hora por el mismo sendero, tomando fotos de los árboles, el musgo, las rocas y algún animal que les pasaba cerca, hasta que Laura ordeno que se detuvieran.

¿Escucharon? – Preguntó.

Todos callaron, nadie respondía ni se movía.

Ahí está otra vez –Volvió a decir Laura.

Yo no escucho nada –dijo Pochi.

Laura argumentaba que había escuchado a alguien pedir ayuda, pero a lo lejos. Se escuchaba como una mujer que decía: “por favor ayúdame diosito, ayúdame”. Fernando pensaba que Laura se estaba inventando eso para asustarlos, Laura era de un lugar cerca de Papantla y le gustaba hacer bromas e inventar historias paranormales que según ella sucede en su pueblo, por lo que era normal que en ese momento intentara asustarlos a todos. El grupo continuó caminando y llegaron a una parte del río donde unas enormes rocas producen un efecto de cascadas contiguas, por lo cual decidieron aprovechar la belleza del lugar para tomar fotos. Javier noto que las piedras que estaban a las orillas del rio en esa zona, eran planas e incluso una de ellas tenía una pequeña pieza de jabón seco sobre la roca.

Mira Odi, aquí puedes venir a lavar tu ropa cuando no tengas agua – Le dijo Javier a Odilia en forma de burla.

Aprovecha y lávate los calzones, chamaco cagón – Respondió ella.

Entre risas, bromas y fotos, pasó el tiempo, Pochi que tenía mucha hambre les dijo que ya eran las 4, ya deberíamos estar en el rancho, vámonos porque tengo hambre.

Los demás al percatarse de la hora, guardaron sus cámaras y caminaron hacia el sendero que los regresaría al rancho. Caminaron media hora y no veían nada que se les hiciera conocido, Fernando y Laura le reclamaban a Javier por haberlos llevado por otro camino, pero Javier les decía que de todos modos iba a salir, que el recordaba que en algún punto los senderos se unen y de ahí solo seguirían las señales del rancho.

Eran las 5 de la tarde, la neblina bajaba rápido, muy normal en esa zona de la montaña, la temperatura también descendía rápidamente, ellos solo contaban con chamarras ligeras, pero nadie tenía una sola linterna. Caminaban cada vez más rápido, el frío empezaba a calar en los huesos de las mujeres especialmente, y la oscuridad se acercaba cada vez más, de repente escucharon agua. Agua que corría. Pensaron que estaban cerca del rancho pues recordaban que muy cerca de la cabaña corría parte de ese río. Se apresuraron a llegar hacía donde el río producía el sonido y lo que descubrieron fue que caminaron en círculos hasta llegar al punto donde comenzaron.

El grupo estaba perdido, eran las 6 de la tarde y la visibilidad en esa zona ya comenzaba a ser escasa, la falta de luz sola, la neblina, la nula señal de celular y el frío estaban provocando en ellos una especie de histeria colectiva, se gritaban unos a otros, Odilia y Javier trataban de calmar los ánimos, pero era imposible, estaban perdidos, sin comida ni artículos de camping, lejos del rancho en medio de quien sabe dónde. Hasta que la vieron.

En una de las piedras que usaban para lavar ropa, había una anciana con un poco de ropa y un candil al lado, la señora parecía haber terminado de lavar y disponía a irse. Al principio les dio miedo a todos, e incluso Laura con un tono nervioso y apresurado les dijo: “Es un espíritu”.

Nadie se atrevía a llamar la atención de la anciana, hasta que Pochi lo hizo.

Disculpe, señora, disculpe –dijo Pochi- , es que creo que nos perdimos.

La mujer volteo a verlos y les dijo: “ay muchachos, que hacen por aquí, ya no tarda en oscurecer, no deben andar por aquí tan tarde, se pone muy oscuro, luego no van a poder regresar”.

Cuando vieron que la mujer no flotaba sobre el agua, no tenía una voz espectral ni tampoco reía como una bruja de caricatura, los muchachos se tranquilizaron. Javier se ofreció a cargar la ropa de la señora para que ella les dijera como salir de ahí, la mujer muy amable, les pregunto: “¿Están acampando en el bosque o viven por aquí?” y Fernando le respondió: “no señora, rentamos una cabaña en el rancho que esta por aquí, un rancho que era antes cafetalero, pero salimos a tomar fotos y se nos fue el tiempo, además aquí Javi que según es muy buen explorador, nos perdió”;la anciana no respondió.

La mujer parecía conocer la zona, les dijo que estaban más lejos del rancho que del camino que conecta al pueblo con la cabaña, que mejor la siguieran y ella les guiaría hasta ese camino por el que llegaron en la mañana; todos accedieron.

Durante el camino la mujer no hablaba con nadie, solo caminaba con la vista al frente. Ellos se habían relajado bastante, platicaban, hacían bromas, reían, pero la viejita no decía una sola palabra.

La oscuridad se hizo presente y ella prendió su candil, Javier tenía frío; tenía la ropa mojada por ir cargando la ropa recién había lavado la anciana. Según él, la ropa pesaba cada vez más, cada paso que daba era como si le pusieran más ropa en las manos.

Eran las 7 de la noche cuando la mujer les dijo: «hasta aquí los dejo mis niños, yo voy hacia la otra dirección, ustedes solo sigan el camino de tierra unos 300 metros y van a ver un alambrado, crúcenlo y llegaran a la carretera que va al pueblo, Dios me los bendiga».

Ellos se ofrecieron a acompañarla un poco más para que no caminara sola en la oscuridad, pero la viejita se negó, les dijo que ella tenía años caminando sola por ese rumbo, que no se iba a perder y sin detenerse se alejó de ellos entre la neblina y la oscuridad, solo pudieron cómo se alejaba con su candil entre la oscuridad de la noche.

Caminaron hasta que llegaron al alambrado y vieron la carretera de terracería por la que había pasado en la mañana, sus caras eran de alegría, se relajaron, hacían chistes sobre eso, ya nadie le reclamaba a Javier que los había perdido. Al llegar al pueblo los celulares automáticamente recibieron señal y fue como pudieron marcar por teléfono.

Háblale a Gloria, ella trae un Nokia de lamparita, esos tienen señal hasta en el infierno –dijo en broma Fernando.

La llamada pudo entrar y avisaron que estaban en el pueblo, Felipe su maestro les dijo que los estaban buscando pero que no los encontraban, que lo esperaran en la camioneta que ahí iría el con el encargado del rancho a traerlos.

Pasó una media hora tal vez y don Vicente y Felipe llegaron por ellos, llevaban linternas, botellas de agua y unas frutas, ellos ya habían comprado botanas en una tienda cercana, pero el agua y las frutas les cayeron muy bien.

Raúl visiblemente molesto les reclamó su falta de conciencia y juicio al tomar desiciones como la de irse al pueblo sin permiso, que no era posible que pusieran en peligro a Odi y a Laura por sus tonterias, dando a entender que ellos habían provocado todo por ser hombres. Don Vicente intervino y les comentó que en esa parte era muy fácil perderse, había más de 1 sendero y todos te llevan en diferentes direcciones, que seguramente ellos agarraron uno que los llevaba al pueblo o que los metía bosque adentro.

Al llegar al rancho y reunirse con los demás, Odilia dijo: “si no hubiera sido por la viejita del candil, ahí seguiríamos perdidos y muertos de miedo”.

¿Qué viejita? –Pregunto don Vicente.

“Ah es que cuando quisimos regresar, tomamos otro camino y dimos una vuelta en círculo, regresamos a donde estábamos, eran unas cascaditas y había piedras para lavar, de hecho en una piedra Javier encontró un pedazo de jabón, ahí lo trae. Cuando regresamos al mismo punto después de casi una hora, una viejita estaba terminando de lavar su ropa y nos acompañó hasta el camino que nos sacaba de ahí en dirección al pueblo, pero traía un candil y lo prendió cuando se hizo de noche. Si no hubiera sido por ella, ahí seguiríamos”, dijo Odi.

A mí al principio me parecía un espíritu, pero mira, nos ayudó y eso  se agradece. Continuó Laura.

Inmediatamente, todos comenzaron a hacer preguntas, hasta que don Vicente intervino y les dijo: No sé si ustedes crean en estas cosas, pero en toda la región hay una leyenda que se cuenta de boca en boca y trata exactamente sobre una mujer que anda por el bosque con un candil, hay quienes solo ven a lo lejos el candil, hay quienes escuchan la voz de una mujer y hay quienes solamente sienten que alguien están cerca.

Intrigados y ya entrados en el tema, los muchachos le pidieron a don Vicente que les contara la historia, a lo que este accedió y comenzó:

“Se cuenta que hace mucho, acostumbraba una viejita a lavar su ropa en el río. Cierto día, al regresar de tender parte de lo que había lavado, notó que el resto de sus prendas dejadas sobre una roca habían desaparecido.

Confundida, la buscó por algún tiempo, en los potreros y entre las matas, pero sin ningún éxito. Volvió triste y cansada a su casa, y se recostó un rato a reposar de las caminatas y búsquedas que tuvo que hacer todo ese día. Más tarde, siguiendo preocupada decidió regresar como a las diez de la noche, convencida de que debía encontrar su ropa.

Llevaba su candil con el que apenas se alumbraba a causa de que el viento quería apagarle la flama. Efectivamente, pudo descubrir el lugar donde había estado lavando por la mañana, y se fijó en el sitio en que dejó su batea.

En ese momento, escuchó una voz casi gutural que le preguntaba: ¿Qué busca aquí a estas horas, abuelita?

La señora volteó rápidamente y atemorizada para buscar de dónde venía esa voz. Al principio, no vio nada, pero se dio cuenta que quien le había hablado era el mismísimo Satanás.

Tan grande fue la impresión de esta pobre mujer, que dejó caer el candil y se desmayó durante toda la noche.

El marido y sus hijos, al percatarse de su ausencia siendo ya tan tarde, salieron a buscarla por los montes y a lo largo del rió, con lámparas de mano y machetes; sin embargo, fracasaron en su intento por hallarla. Sólo a la mañana siguiente, pudieron localizarla, tirada junto a la batea y su ropa.

Se dice que la señora estuvo «maleada» y en cama por algún tiempo a causa de tan fuerte impresión, hasta que pudo contar a su familia lo que le había sucedido. A los pocos días la anciana falleció, a pesar de los cuidados.

Hasta la fecha, se afirma que esta viejita anda penando a las orillas del río y se aparece con un candil en el lugar donde solía lavar su ropa, dejando pedazos de jabón sobre las piedras”.

El silencio se apoderó del lugar, fue como una cubetada de agua helada para los jóvenes. Javier recordó que había guardado el pedazo de jabón en su chamarra para jugarle bromas a Odilia más tarde, inmediatamente sacó de la bolsa de su chamarra el jabón y no era más que lodo seco con hojas de árboles. Javier y sus compañeros miraban incrédulos, ellos habían visto el jabón color blanco y con olor a flores, no era posible.

Esa noche nadie durmió, por alguna razón incluso lo más escépticos creían la historia. Pasaron la noche literalmente en vela, cuidándose unos a otros. Al otro día sin esperar al desayuno, levantaron sus cosas y salieron rumbo al pueblo a buscar la camioneta.

Javier dice que durante el camino de Xico a Xalapa, no dejaba de pensar en que la ropa de la anciana, él la había tocado, pesaba, estaba mojada, no era una alucinación. Llegando a Xalapa todos se despidieron, pero la camaradería que habían formado parecía rota, ese evento los había marcado. El profesor solo les dijo que les enviaría un correo electrónico para avisarles cuando podrían pasar por su diploma y sus fotos, no dijo más y se fue en la camioneta. Javier tomó un taxi con Fer y  los demás también tomaron cada quien su camino.

Cuatro meses después de eso, Pochi fue a buscar a Javier a su facultad para decirle que Laura había fallecido, después del viaje a Xico, Laura enfermó y regresó a su casa en Papantla, se dió de baja temporal en la facultad y ya no regresó.

Se enfermó de algo, pero no saben de qué, solo que estaba mal y que nada “le hacía”. Comentó Pochi.

Javier cuenta que al día de hoy solo mantiene contacto con dos de ellos, y que se han visto en algún lugar en el que coinciden, pero nunca hablan de eso, pareciera que nadie quisiera recordar a la viejita del candil.

ARM.

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